Ana Maria Matute
El Rey, ardiendo de curiosidad, penetró en el siniestro círculo, cuando vio a un joven guerrero , ataviado como un jefe, que intentaba huir en un hermoso caballo negro. Le persiguió con saña , y cuando lo hubo apresado, e iba a degollarlo bajo sus rodillas, comprobó que no era un joven jefe - como su aspecto le hizo creer- sino una joven mujer, de largas trenzas negras y ojos brillantes como carbones encendidos.
(Olvidado Rey Gudú)
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