lunes, 24 de noviembre de 2008

EL REY DEL TRAGABOLAS

Por primera vez , su madre le había dejado en aquel siniestro lugar que no conocía, entre un montón de niños como él , y se había ido diciendo que volvería, que no tuviera miedo, que se lo pasaría muy bien con sus nuevos amigos. El niño estaba acostumbrado al alboroto causado por los lloros de los demás niños, porque en su casa, con sus hermanos, siempre había mucho ruido y gran actividad, así que rapidamente observó a su alrededor tratando de averiguar lo que le esperaba en aquel sitio.

Era una sala grande , con grandes ventanales a un lado y unos taburetes distribuidos a los lados junto a las demás paredes. En una de ellas había una fila de colgadores donde estaban sus abrigos y en otra de las paredes había una gran pizarra negra con una mesita delante, y una silla en la que se sentaba una mujer muy, muy mayor, que con suaves palmadas y grititos trataba de calmar a los niños.

El niño seguía preguntándose qué hacía allí, porqué su madre le había dejado en aquel lugar, cuando hasta entonces siempre había jugado en su casa, y su madre o alguno de sus hermanos mayores estaban con él y nunca se había separado de ellos.

Sintió que aquella mujer vieja y delgada, vestida con una bata blanca, con los cabellos cortos y blanquecinos, no se parecía en nada a su madre, morena y bonita, de voz dulce y cariñosa, de movimientos rápidos , mirada siempre reluciente y alegre, y sobre todo, que siempre estaba allí, con él.

Siguió mirando alrededor, olvidándose de los lamentos de los demás niños , tratando de encontrar algo que le explicara la causa de estar en aquel lugar y fue entonces cuando lo vió.

Cuando vio aquello comprendió de repente todo lo que le rodeaba y supo porque todos los niños lloraban. Por un momento se sintió traicionado por su madre, pero aterrorizado , buscó la puerta de salida mientras gritaba llamándola , ya que la tendría que explicar que la habían engañado para dejarle solo en semejante sitio. Ahora, sabía porque estaban todos allí, quería volver a casa y agarrarse a su madre y pedirla que le cambiase por cualquiera de su hermanos, no importaba cual.

Pero la puerta de salida ya estaba cerrada y la mujer se había acercado y le hablaba suavemente en un tono cariñoso que el no esperaba y que le tranquilizó por un momento, mientras pensaba que su madre se había ido después de darle un montón de besos y prometer volver muy pronto a buscarle, así que debía encontrar un modo de escapar y dejó de llorar, mientras miraba de reojo al rincón donde había visto al monstruo.

Estando en brazos de aquella mujer se sintió un poco mas seguro y se atrevió a mirar a aquello que enseguida le recordó a uno de tantos de los que había oído hablar a sus hermanos; el ogro, el sacamantecas, el hombre del saco, ..Todos se comían a los niños y estaba claro que había caído en la trampa y esa era la razón de que los niños estuvieran allí.

Estaba claro que aquel bicho inmenso se los iba a comer a todos. ¿ porque si no tenia aquella boca tan grande.? Allí estaban todos para servir de alimento a aquel bicho, tal como en las historias que le contaban sus hermanos mayores. Y ahora resultaba que estaba en aquella habitación de la que no le dejaban salir, en la que todos estaban atrapados para servir de comida a aquel monstruo verde, muy alto y gordo, con grades ojos y una gran bocaza abierta y negra por la que cabía claramente cada uno de los niños.

Mientras, la mujer había logrado que la mayor parte de los niños se tranquilizaran y dejaran de llorar y les dispuso a todos a su alrededor. Con la voz suave intentaba convencerles de lo bueno que era para todos lo que estaban haciendo y les prometió que pronto estarían jugando y cantando y después volverían a casa con sus familias.

El niño no creyó absolutamente nada, pero decidió que lo mejor era seguir la corriente a la vieja, e intentar salir de aquel lugar y librarse de ser devorado por el bicho verde que aún estaba en un rincón de la habitación.

Después , la mujer comenzó a animarles a cantar una canción y todos la siguieron , mientras que el niño vigilaba al monstruo, esperando que éste se decidiera por alguno de ellos para comenzar a devorarles.

Al fin, la vieja se dirigió al rincón, cogió al bicho con las dos manos y con evidente esfuerzo lo empujó hasta el centro de la habitación y dispuso a todos los niños enfrente. El niño supo que había llegado el momento, pero sin saber como, se encontró delante de los demás niños, el primero ante el monstruo.

La mujer se acercó a el y le explicó lo que ella llamaba el juego. Le entregó dos enormes bolas de madera y y le dijo que debía lanzarlas y conseguir que el monstruo se las tragase. En eso consistía el juego. El niño comprendió que si el monstruo se comía las bolas no se comería a los niños y vio su salvación en el lanzamiento de las bolas, comprendió que podría salvarse y salvar a los demás niños si lograba que el bicho se saciara con las bolas.

Así que , dispuesto frente al monstruo, con las piernas ligeramente separadas, pero firmemente clavadas en el suelo observó a su enemigo, sus grandes ojos y su enorme boca negra , y le lanzó decidido la primera bola que fue directa a la bocaza y el monstruo se la tragó y se hundió en sus entrañas entre los aplausos alborozados de sus compañeros. La segunda bola siguió el mismo camino y el niño decidido a salvar a todos los niños, pidió a la mujer que le diese mas bolas y le dejase lanzarlas hasta que el monstruo se hartara y se olvidara de ellos. La mujer le premió con mas bolas y el niño las lanzaba una a una contra la bocaza sin fallar ninguna.

Los demas niños, gritaban como locos y aplaudían al que se había enfrentado al monstruo y les había salvado, y llegó un momento en que la mujer intentó que los demás niños lanzaran también, pero ninguno de ellos consiguió meter otra bola por la boca del monstruo, solo el niño no fallaba nunca. Estuvo un buen rato lanzando bola tras bola, hasta que la mujer le convenció para que lo dejara y devolvió el bicho al rincón. Había vencido al monstruo.

Después la mujer les permitió salir, y efectivamente, allí estaba su madre y rapidamente le contó lo que había pasado, como se enfrentó al monstruo y había salvado a todos sus nuevos amigos. Aunque tuviera que volver mas días, ya sabia lo que tenía que hacer.

Al día siguiente y todos los demás, el niño al llegar a la clase lanzaba unas cuantas bolas al monstruo, sin fallar jamas y así él y todos sus compañeros sobrevivieron a aquel curso de párvulos de la Escuela de Solocoeche, y su nombre se hizo famoso en toda la escuela y su fama perduró durante muchos años y todos los niños que por allí pasaban conocieron la hazaña de aquél que venció al monstruo, aquél al que todos llamaron " Jesusin, El Rey del Tragabolas"

El Arca Negra

Bilbao, Noviembre de 2008.