Ramón del Valle Inclán
Y mis ojos reían sobre sus ojos, y mi boca reía sobre su boca.
Y mis ojos reían sobre sus ojos, y mi boca reía sobre su boca.
Las babuchas turcas cayeron de sus pies , sin dejarla posar en el suelo, la llevé hasta la cama donde la deposité amorosamente . Ella entonces ya se sometía feliz. Sus ojos brillaban, y sobre la piel blanca de las mejillas se pintaban dos hojas de rosa. Apartó mis manos dulcemente, y un poco confusa empezó a desabrocharse la túnica blanca y monacal, que se deslizó a lo largo del cuerpo pálido y estremecido. Abrí las sabanas y refugióse entre ellas. Entonces comenzó a sollozar , y me senté a la cabecera consolándola. Aparentó dormirse, y me acosté.
(Sonata de Otoño.)
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